¡Claro cielo! Dime...
Me han mandado un trabajo en clase y me han pedido que
pregunte a mis padres y lo haga con vosotros, pero no sé si voy a ser capaz de
explicarte de qué va.
¡Dispara Manuela! - le dijo su padre esperando esa
sorpresa que puede que lo desconcierte como en tantas ocasiones anteriores -
Pues la profe, que es un poco "repipi", nos ha
dicho que hagamos un pequeño libro en una libreta donde contemos por qué
cambiamos desde que somos pequeños hasta cuando nos hacemos grandes, mayores,
como tú, o bueno, no tanto como tú... - se reía Manuela -
¡Manuela, Manuela! - risas entre ambos se sucedían como
casi siempre y ojos de complicidad -
Y... ¿en qué puedo ayudarte yo cariño?
Pues había pensado en que tú, que escribes bonito, me
escribieses algo que pudiera explicar esa pregunta, que no sé muy bien cómo
responderla ni yo.
Pero... ¡¿eso es que yo te haga el trabajo cariño?! - con
cara extrañada preguntó el padre - ¡Eso es copiar y está mal! Ya lo sabes
Manuela...
¡No, no! Lo que quiero es añadirlo con una foto para
saber qué piensas y qué explicación puedes darme de lo que pregunta la profe.
¡Vale!, entendido. No sé qué me va a salir cielo.
Lo que te salga, seguro que es bonito como siempre. - le
dijo Manuela a su padre junto a un beso -
¡¿Y qué foto vas a poner?! Por saberlo, más que nada...
Pues mira, espera que te la traigo. - le decía Manuela a
su padre mientras iba en dirección a la estantería donde estaban los álbumes de
fotos.
¡¿Esa, Manuela?!
¡Sí! Esta Papá, que estamos los tres...
¡Bueno! - con cara de conformidad afirmó el padre -
Papá, te dejo un rato para que lo escribas y... ¡¿me lo
haces?! - Manuela ponía esa cara de niña buena con la que muchas veces quería
conseguir aquello que se proponía -
¡Venga! Me pongo a ello Manuela, en un rato te aviso...
¡Me pides unas cosas!
- y así quedaron padre e hija durante unas pocas horas...
-
¡Manuela! - le llama su padre desde la puerta de su
habitación con un par de hojas impresas en la mano -
Aquí tienes lo que me pediste, espero que te sirva.
- y con intriga se levantó Manuela de la silla de su
escritorio terminando de tapar el pegamento de barra con el que pegó la foto
que le enseñó a su padre para el trabajo del colegio -
¡¡¡Papá!!! - levantó la voz Manuela dirigiéndose a su
padre al terminar de leerlo -
¡Dime!, ¿no te sirve?
¡Sí, sí! Pero mejor me voy a comprar otra libreta y empiezo
de nuevo el trabajo. - con resignación y sonrisa al mismo tiempo al ver que aquello
que le escribió su padre, le hizo cristalizar sus ojos mezclado con una sonrisa
al terminar de leerlo y comprender eso que le sorprendió del gotelé y que no
tenía nada que ver con lo que le pidió que le escribiese -
-Y al volver de comprar esa libreta, rehacer el trabajo y como cada
noche... -
¡Manuela!- con voz cariñosa le dijo el padre a Manuela que se iba
nuevamente a su cuarto -
Dime Papá...
Te quiero - le dijo el padre -
Y yo a ti Papá, y yo... junto a un gran beso.
Así rezaba el contenido de las hojas que le escribió su
padre
<< Como a gotelé que sin remedio lo cambian a liso,
como a liso sin textura cuando dejas de sentirlo al tocarlo ... Así ocurre
cuando crecemos >>
No siempre podemos poner un límite, una barrera, ese
"detente" que no quiero que siga avanzando. El tiempo manda, con él
nacemos y con él nos vamos. Es nuestro compañero invisible, ¡siempre!, toda la
vida, pero lo vemos en ocasiones y nos lo ven muy a menudo. Incluso hasta le
hacemos preguntas sin saberlo cuando nos miramos al espejo y como si no
existiese.
Cambiamos porque todo aquello que nos rodea nos hace
cambiar. Cambiáis porque el mundo está hecho para que lo hagáis. ¡Así de mal
está hecho!
Un niño que aún no habla, siente.
Cuando empieza a hablar, siente.
Lo que no sabe es qué siente, lo que desconoce es que eso
que siente empezará a ponerle nombre muy
pronto.
Se nace con inocencia, se crece con recuerdos y se muere
con la conciencia de nuestra vida e inconsciencia porque se termina sin saber
el momento.
Inocencia... una de las palabras más bonitas que hay en
el mundo.
Recuerdos... aquellos que guardamos sin quererlo, buenos
y no tan buenos como malos u horribles.
Conciencia... todo aquello que nos enseñaron, nos
dijeron, nos plasmaron con ese "así es" y no de otra forma.
Inconsciencia... cuando no nos hemos dado cuenta, cuando
no hay más, cuando lo que hay es un fin y un final.
Es en el momento que tomamos contacto con el mundo, con
las normas, las reglas, el hacer esto o aquello de esta u otra forma porque así
está establecido. El vestirse así, el hablar y comportarse determinadamente
aludiendo al respeto o a la educación, a la seguridad de todo lo que sea
seguro...
Hay tantas cosas y tanto de qué hablar y decir del por
qué cambiáis, cambiamos, que yo también fui niño, que no pararía de escribir
motivos, razones y plausibles. Lo peor es que serían solo opiniones y cada uno,
seguramente, tendríamos muchas de ellas opuestas y otras tantas en las que
coincidiríamos.
¡Somos tiempo! somos un reloj de arena que a cada grano que
cae transforma la imagen de la parte superior respecto a la que queda abajo que
también cambia.
Somos eso, ¡granos!, como los adolescentes cuando les
aparece el acné y pasado un tiempo, sin saber el por qué con seguridad se
esfuma... como cuando la moda hizo que hubiese una técnica para ocultar
imperfecciones en las paredes llamado gotelé... Y por mucho que desaparezcan
los granos y el gotelé, no siempre desaparecen las imperfecciones, más bien
aumentan con el paso del tiempo.
Pero solo puedo decirte una cosa que sí es seguro; nos
modificamos, sí, eso sí, pero nunca cambiamos.
¡¿Sabes qué cambia al crecer?! Las cosas malas...
¡¿Sabes qué no cambia al crecer?! Si eres bueno de
corazón o no lo eres.
¡¿Sabes qué no debe cambiar conforme creces?! Que hagas
lo que hagas, conseguir que nadie ni nada te impida ser todo lo que feliz que
puedas ser y sin hacerle daño a nadie.
(PD: A vosotros, ojalá nunca hubieseis crecido para
regalarle la inocencia al mundo y a este ser que ya creció. Vuestro padre)